La tecnología RFID (Radio Frequency Identification) permite identificar de manera unívoca automáticamente un objeto gracias a una onda emisora incorporada en el mismo, que transmite por radiofrecuencia los datos identificativos del objeto. Actualmente estamos acostumbrados a encontrar esta tecnología en forma de etiquetas adhesivas, de forma que un objeto con una de estas etiquetas puede ser localizado a una distancia que va desde unos pocos centímetros hasta varios kilómetros, dependiendo de la fiabilidad de varias características de estas etiquetas, como pueden ser la frecuencia de la emisión, la antena o el tipo de chip que se use. En la etiqueta se graban los datos identificativos del objeto al que ésta está pegada, y dicha etiqueta genera una señal de radio que un lector físico se encargaría de recibir, transformar en datos y transmitir dicha información a la aplicación informática especifica (middleware).
La tecnología RFID va dirigida principalmente al sector logístico y al sector de la defensa y seguridad, pero sus beneficios son aplicables a otros ámbitos ya que dispone de múltiples ventajas. Entre otras, podemos citar que permite el almacenamiento de un gran volumen de datos mediante un mecanismo de diminutas dimensiones, automatiza los procesos para mantener la trazabilidad y permite incluir una mayor información a la etiqueta reduciendo así los errores humanos, evita su visibilidad en caso de intento de robo y permite mayor facilidad de retirada de un determinado producto del mercado en caso de que se manifieste un peligro para la seguridad.
Actualmente podemos encontrar dicha tecnología en tiendas de artículos, para identificar los productos y sus precios o como medida de seguridad, en transportes públicos para el control de acceso o de equipajes, en identificación de mascotas implantando un chip subcutáneo, en pago automático de peajes, en bibliotecas, eventos deportivos tipo maratones para identificar corredores, en el ámbito sanitario para control de medicamentos, identificación de muestras, etc.
Basándonos en lo anterior podemos hablar de cuatro componentes básicos en ésta tecnología:
- Las etiquetas: también conocidas como tags o transpondedores (transmisor+responder). Están compuestas por una antena que se encarga de transmitir la información, un transductor radio que convierte la información que transmite la antena y un microchip capaz de almacenar el numero de identificación y otros datos. Dichas etiquetas tienen un coste de apenas unos céntimos de euro y sus dimensiones son de hasta 0.4 mm². Según la fuente de energía que usen podemos encontrar:
- Etiquetas pasivas: no necesitan fuente de alimentación interna, son circuitos resonantes. Alcanzan distancias entre unos pocos milímetros y 7 metros. Son de un tamaño menor que el habitual. Se suelen insertar en pegatinas y son las mas baratas del mercado.
- Etiquetas activas: poseen una batería interna, por lo que su cobertura (cientos de metros) y capacidad de almacenamiento es mayor. Se puede usar en zonas de agua, o con mucha presencia de metales y siguen siendo válidas. Son más fiables y seguras, por lo tanto más caras y de mayor tamaño.
- Etiquetas semi-pasivas: mezcla de las dos anteriores.
Según la frecuencia a la que trabajen, las etiquetas se pueden clasificar en baja (125kHz – 134kHz), alta (13,553 MHz – 13,567 MHz ), ultra alta (400 MHz – 1000 MHz ) y microondas (2,45 GHz – 5,4 GHz ). Dicha frecuencia está ligada a diferentes características, como la capacidad de trasmisión de datos, velocidad, radio de cobertura, coste…
- Lector de RFID: recibe la información emitida por las etiquetas y la transfiere al middleware. Está formado por una antena, un transceptor y un decodificador. Si la etiqueta permite escritura también incorporaría un módulo programador.
- Middleware: software instalado en un servidor y que hace de intermediario entre el lector y las aplicaciones. Filtra los datos que recibe, para que a las aplicaciones sólo les llegue la información útil.
- Programadores RFID: dispositivos que realizan la escritura sobre la etiqueta. Codifican la información en un microchip ubicado dentro de la etiqueta RFID.
Además de las aplicaciones citadas anteriormente, se están estudiando otras nuevas aplicaciones de esta tecnología:
- Pagos electrónicos con móviles a través de la tecnología NFC (Near Field Communication), que permite que un teléfono móvil recupere los datos de una etiqueta RFID. Esto, combinado con medios de pago electrónicos para móviles (Mobipay, Paybox, etc.), permite comprar productos con tal solo acercar el teléfono al punto de información del producto de donde RFID extrae los datos.
- Pasaportes electrónicos que almacenan la información del titular, fotografía, huella dactilar, etc.
- Activación de vehículos y maquinaria. La etiqueta actúa en este caso como control de verificación personal.
Como hemos podido observar, la tecnología RFID plantea múltiples e interesantes nuevas oportunidades de mejorar la eficiencia de los sistemas de uso diario además de añadir comodidad, pero dichas mejoras plantean nuevos riesgos, algunos de los cuales veremos en la siguiente entrada de la serie.
(Más información en la Guía sobre seguridad y privacidad de la tecnología RFID que ha publicado INTECO)
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